Primer tango sobre París, escrito en Barcelona
Por Eduardo Berti
(FRAGMENTO)
La Nación, Suplemento Cultura, 09.12.2001
Como tantos profetas, la música emblemática de Buenos Aires debió esperar su consagración en la capital francesa para ser aceptada por los argentinos de buena cuna. Imágenes y anécdotas de los lugares míticos en los que el tango tuvo su esplendor.
Gardel, Piazzolla y después
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Enrique Cadícamo estaba en Barcelona, siguiendo al trío Irusta-Fugazot-Demare en esta ciudad a la que muchos apodan desde entonces la tercera patria del tango, cuando se enteró de que Gardel se disponía a cantar en París. Sin dudarlo, viajó especialmente en wagon-lit para presenciar el hecho. Se alojó en el hotel Radio, recibió la visita impertinente de una joven polaca llamada Erika, se deslumbró con la vida nocturna de Montmartre y con la ciudad entera, y hasta llegó a ver cómo Osvaldo Fresedo tocaba durante tres meses en el renovado El Garrón, con Ernesto Famá como cantor. Por entonces, actuaban también en París, entre otros, Enrique Delfino, Mario Melfi o Julio De Caro.
De regreso en Barcelona, alojado en el hotel Oriente y a sabiendas de que Gardel continuaba cantando con éxito en otras ciudades de Francia como Cannes o Niza -en esta última conoció a Chaplin-,
Cadícamo recibió del guitarrista Barbieri el pedido de una letra, pidió café doble y coñac, y se puso a escribir "de un tirón, en menos de una hora", el tango que mejor plasma la historia del tango y los argentinos en el París de hace casi ochenta años.
"Salí a caminar por la Rambla, me encontré con el actor Arturo García Bur y no pude sustraerme en mostrarle los versos."
Había nacido Anclao en París, con ese estribillo que habla de Montmartre, rincón sentimental. Al día siguiente, despachó la letra por correo. "Fue el primer tango escrito por vía aérea", bromearía el autor de Nostalgias, muchas décadas después.
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El tango en París llegó a tener sus intérpretes locales: los franceses Georges Caumont y Joseph Colombo o incluso el franco-italiano Tani Scala. Llegó a aplicarse como slogan comercial: té-tangó, champán-tangó, etcétera. Y nació, asimismo, lo que muchos aún denominan tango-musette, adaptación europea en la que el acordeón sustituye al bandoneón y en cuyo dominio se destacaron Gus Viseur, Emile Carrara e Yvette Horner. La Segunda Guerra Mundial, sin embargo, marcó la muerte de toda una época. A fines de los años 40, "el tango argentino en París entró en decadencia -dice Plisson-, ya que no pudo reemplazar el público con el cual había envejecido". La llegada de Piazzolla a Francia, en 1954, para estudiar con Nadia Boulanger fue el primer acto de una lenta resurrección que se hizo más notoria a mediados de los 70. Más que un renacimiento fue, puede decirse, un segundo nacimiento.
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