Las dos Semanas Trágicas. Barcelona (1909) - Buenos Aires (1919)
Cristina Ambrosini cristinaambrosini@yahoo.com.ar
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Barcelona y Buenos Aires están hermanadas por muchas razones buenas, también por otras desgraciadas. Ambas tuvieron su “Semana Trágica” desencadenadas por causas parecidas y con consecuencias igualmente funestas.
En Barcelona (1909)
Tras la pérdida de Cuba y Filipinas, España buscó una mayor presencia en el norte de África, logrando en el reparto colonial efectuado en 1904 y en la Conferencia Internacional de Algeciras de 1906, el control sobre la zona norte de Marruecos. Desde Madrid, se ordena la movilización de los reservistas catalanes, medida muy mal acogida por las clases populares debido a la legislación de reclutamiento vigente que permitía quedar exento de la incorporación a filas mediante el pago de una canon de 6.000 reales (1.500 pesetas, equivalentes a unos 9 euros actuales), cantidad que no estaba al alcance del pueblo (el sustento diario de un trabajador ascendía en la época aproximadamente a 10 reales). Además la mayor parte de los reservistas eran padres de familia en las que la única fuente de ingresos era el trabajo de éstos.
El domingo 18 de julio, fecha del primer embarque previsto en el puerto de Barcelona, varias aristócratas barcelonesas intentan entregar a los soldados escapularios, medallas y tabaco lo que provocó tumultos populares que se agravaron cuando llegan noticias de Marruecos sobre las numerosas bajas que se han producido en la zona de conflicto. Se oían gritos de ¡Enviad a los curas!, indignados, los soldados tiraban las medallas al agua. El martes, 27 de julio llegan noticias de Marruecos sobre el Desastre del Barranco del Lobo, donde perecieron 1.200 reservistas en su mayor parte del contingente que salió de Barcelona el día 18 de julio, provocó el inicio de la auténtica insurrección con el levantamiento de barricadas en las calles. La inicial protesta antibélica se trasforma en protesta anticlerical con el incendio de iglesias, conventos, escuelas religiosas y la profanación de sepulturas. En el Raval, entre el Paralelo y las Ramblas, las calles comenzaron a tomar el aspecto de un campo de batalla. El primero en arder fue el Colegio Real de San Antón, la joya del primer románico de San Pau del Camp. Por todo el Ensanche y el barrio de la Ribera se quemaron capillas románicas, iglesias y conventos. Desde la terraza de su casa, refugiado en el Parque Güell, Gaudí contempla la destrucción deliberada de obras maestras de la arquitectura en momentos en que trabajaba para restaurarlas mientras temía por un posible ataque a la Sagrada Familia. Durante el martes, el comité huelguista organizó un encuentro ante la Sagrada Familia pero no la atacaron ni sufrió daño alguno.
El miércoles, Barcelona amanece con numerosas columnas de humo procedentes de los edificios religiosos asaltados e incendiados. Los intentos por derribar las barricadas levantadas en el Pueblo Seco y el Raval por parte de la caballería fueron infructuosos. En la Plaza de Padró, en el exterior del convento de las Jerónimas, un grupo de cincuenta mujeres desenterró todos los cadáveres de las monjas y los cargó en los hombros. La procesión se fue abriendo paso hasta Las Ramblas, el destino final era tirarlos sobre la casa del marqués de Comillas y el Palacio Güel donde fueron expuestos sobre las verjas de hierro forjado. Este mismo día llegan a Barcelona tropas de refuerzo procedentes de Valencia, Zaragoza, Pamplona y Burgos que finalmente dominan, entre el viernes 30 de julio y el sábado 31 de julio, los últimos focos de la insurrección.
El balance de los disturbios supone un total de 78 muertos (75 civiles y 3 militares); medio millar de heridos y 112 edificios incendiados (80 religiosos). Se inicia una represión brutal, se detiene a varios millares de personas, de las que 2000 fueron procesadas resultando 175 penas de destierro, 59 cadenas perpetuas y 5 condenas a muerte. Además se clausuraron los sindicatos y se ordenó el cierre de las escuelas laicas. Los cinco reos de muerte fueron ejecutados, el 13 de octubre, en el castillo de Montjuic. Entre ellos se encontraba Francisco Ferrer Guardia, cofundador de la Escuela Moderna, a quien se acusa de ser el instigador de la revuelta basándose únicamente en una acusación formulada en una carta remitida por los prelados de Barcelona.
En Buenos Aires, 1919
Los sucesos de La Semana Trágica en Argentina comenzaron el 7 de enero con una huelga en los Talleres Metalúrgicos Vasena en la Ciudad de Buenos Aires, que se encontraban donde hoy se encuentra la Plaza Martín Fierro (Barrio San Cristóbal). Los huelguistas reclamaban la reducción de la jornada laboral de 11 a 8 hs., el descanso dominical y aumento de salarios. La empresa intentaba seguir funcionando con obreros rompehuelgas provistos por la Asociación del Trabajo, una asociación patronal. Un disturbio entre los obreros en huelga terminó con la intervención de la policía, que disparó con armas largas contra la multitud. Los disturbios no tardaron en extenderse a las zonas cercanas, con rotura de vidrios y levantamiento de adoquines de las calles. El saldo fue de cuatro obreros muertos y más de treinta heridos, algunos de los cuales fallecieron después. En repudio a este hecho las asociaciones obreras del momento, la Federación Obrera Regional Argentina del IXº Congreso (FORA del IXº), socialistas, comunistas y sindicalistas revolucionarios y la Federación Obrera Regional Argentina del Vº Congreso (FORA del Vº), anarquistas, propiciaron una huelga general que se dio a partir del día 9 de ese mes. Desde las 15 hs, numerosos obreros se convocaron para asistir al entierro de los asesinados el día 7. A las 17hs. llegaron al cementerio. Allí, mientras se oía el discurso de uno de los delegados, un grupo de policías y bomberos armados abrió fuego sobre la concurrencia. El diario La Prensa contabilizó 8 muertos, el diario socialista La Vanguardia elevó la suma a más de cincuenta. Este incidente marcó el inicio de una lucha desordenada y caótica contra la policía.
De entre las clases altas surgieron grupos paramilitares, como la llamada Liga Patriótica, creados para defender los valores conservadores, la tradición y fundamentalmente la propiedad. Estos grupos no dudaron en perseguir y matar a dirigentes obreros, anarquistas, pero también arremetieron contra todo aquel que pareciera extranjero. Así, apalearon y detuvieron a judíos, rusos, polacos y alemanes, entre otros. El caso de los judíos fue notorio por el alto grado de antisemitismo de estos grupos. Según fuentes obreras (el periódico ‘La Vanguardia’ del 14 de enero), el saldo de la Semana Trágica fue de 700 muertos y 4.000 heridos. De la comunidad judía hubo 1 muerto y 71 heridos. El número de los obreros superaban a los policías y los grupos paramilitares; el diario La Prensa mencionaba la amenaza de "guerra revolucionaria". Ante esta situación el presidente Hipólito Yrigoyen puso la ciudad bajo las órdenes militares del coronel Luis Dellepiane, quien movilizó tropas por toda la ciudad, dando lugar a semanas de enfrentamientos en las calles que dejaron un saldo cercano a los 1.000 muertos. Posteriormente la situación fue medianamente controlada y el Ministerio del Interior ofició de interlocutor con los obreros, quienes consiguieron aumentos que iban en el rango del 20 al 40%, además de la liberación de los dirigentes de la FORA.
Según Osvaldo Bayer no hay olvido para aquellos hechos donde se trató de apagar el Derecho a balazo limpio en vez de aplicar los argumentos de la razón. Lo triste, lo trágico es que se tergiversó todo, se hizo valer como siempre o, como casi siempre, la historia oficial. No eran ni “perturbadores extranjeros” ni “rusos” ni “terroristas” como los medios oficiales y del poder trataron de disfrazar el crimen. Eran obreros que querían tener los derechos de la dignidad y de la vida: las sagradas ocho horas de trabajo. Dignidad y Justicia. La respuesta del poder fue bala y más bala. Con los uniformados de siempre. Esta vez ya con la ayuda de los muchachos del barrio Norte, las guardias blancas, la llamada después “Liga Patriótica Argentina”. Salieron a matar “anarquistas, rusos, judíos y enemigos de la Patria”. Las calles de Buenos Aires quedaron teñidas de sangre obrera.
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